24 May 2025
 

 

 

4 Junio 2013.  El desarrollo de la vida humana, ha cambiado a lo largo de los siglos un sinfín de cosas. En el Génesis, podemos leer que: “27 Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer. 28 Y los bendijo, diciéndoles: Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla;” (Gn 1,27-28). Y el hombre cumplimentando la orden divina, con el impulso que Dios le dio y le sigue dando, día a día, va cada vez dominando más la Tierra y el avance en ese dominio, ha dado lugar a una parte positiva pero también a una negativa. Un médico de hace ya cinco siglos, no podía ni soñar que 500 años más tarde se pudiese ofender a Dios realizando manipulaciones genéticas, y otros varios supuestos más de los que más adelante trataremos. Fuente: religión en  libertad.

            En nada nos parecemos, nuestros ancestros de los primeros siglos, cuando una Roma prepotente dominaba el mundo entonces conocido y administraba deidades, con las que se trataba de calmar, esa ansia que el ser humano tiene, de encontrar a su Dios creador y estas deidades las trataban como si estas fuesen  elementos del ius romanorum. El desarrollo de la ciencia y de la tecnología, nos ha apartado mental y sicológicamente de nuestros ancestros y a mayor velocidad, cada vez que avanza también  el desarrollo científico y tecnológico humano. Y a tal grado de velocidad hemos llegado, que entre padres e hijos y no digamos ya entre abuelos y nietos, las diferencias son cada vez mayores, en relación a comportamientos, morales, educacionales y lo que es más importante en relación a lo que debe de ser el eje de nuestra vida, cual es el amor a Dios creador absoluto de todo y que con la misma facilidad que nos ha permitido llegar, hasta donde hemos llegado, puede devolvernos a la nada de donde todos nosotros hemos salido.

            Pero es el caso de que aunque haya mucha cizaña sembrada y naciendo entre el trigo, también hay muy buenas espigas, que al crecer luchando contra la cizaña se han fortalecido, porque como bien sabemos el sufrimiento purifica y crea grandes santos. Es reveladora la frase de Tertuliano, que decía: “la sanagre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”. El mundo podrá hundirse en el fango y la depravación, pero nunca faltarán personas que amen al Señor hasta entregándose a las manos del verdugo. Al final que ninguno de los que amamos al Señor nos olvidemos de sus palabras: “18 Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. 19 A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que  desates en la tierra quedará desatado en los cielos. 20 Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era el Cristo”. (Mt 16,18-20).

                Y la nueva cizaña que crece entre nosotros, aprovechándose del desarrollo de la humanidad que cumplimenta el mandato divino de creced multiplicaos y dominar la tierra, ha dado origen a unos nuevos pecados. Siete han sido los pecados capitales tradicionalmente los pecados capitales o mortales. Llamados así porque matan el alma humana al desalojar de ella a la Santísima Trinidad, que inhabita en toda persona que viva en el amor y la gracia de Dios. El pará grafo 1866 del Catecismo de la Iglesia católica, nos dice que: “….los pecados capitales que la experiencia cristiana ha distinguido siguiendo a San Juan Casiano (Conlatio, 5,2) y a san Gregorio Magno (Moralia in Job, 31,45,87). Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios. Son la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula, la pereza”.

            El  10 de marzo de 2006, el regente del Tribunal de la Penitenciaria Apostólica del Vaticano, cardenal Gianfranco Girotti, presentó la siguiente lista, que ha sido divulgada ampliamente por los medios de comunicación, con la denominación de pecados sociales o nuevos pecados capitales:

Realizar manipulaciones genéticas.

Llevar a cabo experimentos sobre seres humanos, incluidos embriones.

Contaminar el medio ambiente.

Provocar injusticia social.

Causar pobreza.

Enriquecerse hasta límites obscenos a expensas del bien común.

Consumir drogas.

           No obstante, fuentes de la Iglesia católica han matizado que esas declaraciones no suponen una nueva lista de los siete pecados capitales, y que no se ha producido sobre tal cuestión ninguna novedad dogmática.

            El periodista Nicola Gori ha preguntado al prelado Gianfranco Girotti: ¿Cuáles son, según usted, los nuevos pecados? Le responde el prelado: Hay varias áreas dentro de las cuales hoy percibimos actitudes pecaminosas en relación con los derechos individuales y sociales. Ante todo el área de la bioética, dentro de la cual no podemos dejar de denunciar algunas violaciones de los derechos fundamentales de la naturaleza humana, a través de experimentos, manipulaciones genéticas, cuyos efectos es difícil prever y controlar. Y continúa diciendo el prelado: Otra área, propiamente social, es el área de la droga, con la que se debilita la psique y se oscurece la inteligencia, dejando a muchos jóvenes fuera del circuito eclesial. Está también «el área de las desigualdades sociales y económicas, por las que los pobres se hacen cada vez más pobres y los ricos cada vez más ricos, alimentando una insostenible justicia social, el área de la ecología, que reviste hoy un importante interés.

        Si examinamos estos siete nuevos pecados, veremos inmediatamente, que todos ellos rompen con el la virtud de la caridad, quebrando el amor que cada uno de nosotros, le debemos a nuestro Señor creador absoluto de todo lo visible y lo invisible. De estos siete nuevos pecados hay unos que son claramente detectables, como por ejemplo, las manipulaciones  genéticas, los experimentos sobre seres humanos, el consumo de drogas, e incluso el enriquecimiento hasta límites obscenos a expensas del bien común, que claramente son los casos de corrupción, tan frecuentes desgraciadamente hoy en día, en nuestra sociedad. Pero los otros tres pecados, contaminar el medio ambiente, provocar injusticia social y causar pobreza, no son fáciles de evaluar, porque carecen de unos límites definidos.

          Alguien puede pensar, porque no se incluye el aborto, pues sencillamente porque está ya definido sin lugar a dudas, dentro del quinto mandamiento que nos dice: No matar. Ya en el libro del Éxodo se les decía a los israelitas, y a nosotros también: “No matarás”. (Ex 1,13)

28 Mayo 2013.  Una moral para todos Si lo propio de cada religión se deja de lado para evitar conflictos, ¿qué sucederá cuando haya que juzgar sobre temas éticos en conflicto?  Autor: Rodrigo Ramírez | Fuente: Equipo Gama

            Una de las asignaturas pendientes de las sociedades globalizadas es la ética. Los problemas que surgen de las diversas posiciones llevan a debates más o menos encendidos donde se ha aplicado sin más la ley de la mayoría sea por medio de referéndum sea por las así llamadas mayorías parlamentarias. Así ha ocurrido y sigue ocurriendo en temas como el divorcio, el matrimonio, las parejas de hecho, el aborto, la eutanasia, etc. Hay quienes aún así contestan las legislaciones y se amparan en la «objeción de conciencia». Otros afirman que no es deber de la legislación positiva el tratar varios de esos temas. Finalmente hay quienes consideran que temas tan delicados de la ética no se deberían llevar a consultas populares ni depender de decisiones mayoritarias.

Así el fenómeno más generalizado en tiempos de globalización es que en temas éticos no nos ponemos de acuerdo. Tanto la filosofía como la ciencia no parecen buenos puntos de partida para lograr el tan deseado consenso. Por eso se afirma que es la religión -más bien las religiones- la llamada a intervenir para lograrlo. Y es que las religiones proclaman de sí mismas que son un modo de establecer relación con la divinidad pero también desembocan en un comportamiento adecuado, en una ética. Y aunque sea por pura ley del número, las religiones terminan siendo instancias morales que ofrecen motivaciones mucho más fuertes para el comportamiento ético de la mayoría de las personas.

Entonces, ¿cómo poner de acuerdo a las religiones en materia ética? Seguramente no aceptarán ser asimiladas en una religión mundial, ni siquiera por el bien mayor de la paz entre los hombres. Levantar una torre de Babel religiosa sólo sería promesa de nuevos conflictos entre quienes no se dejarán absorber.

Tampoco se puede esperar mucho consenso en la medida en que cada religión considere ser la única instancia válida y crea que el diálogo surge sólo tras la conversión del interlocutor...

Entonces se podría pedir a las religiones que al menos dejen de lado sus posibles conflictos religiosos para ponerse de acuerdo -por medio de la elaboración de criterios éticos universales- en una moral proponible a todos. Ese es, en pocas palabras, el ideal del proyecto de ética global.

¿Qué pensar de esta idea que va tomando cuerpo en nuestros días? Creo que introduce un criterio que va a dar muchos dolores de cabeza y que en sustancia no resuelve el problema. Porque si lo propio de cada religión se deja de lado para evitar conflictos, ¿qué sucederá cuando haya que juzgar sobre temas éticos en conflicto? Es posible que en gran parte de los problemas esos criterios éticos universales nos permitan llegar a un consenso. Pero en los que realmente haya diferencias, ¿se van a dejar de lado de nuevo? Julián Marías recordaba hace años que el avestruz seguía siendo el animal totémico de buena parte de nuestra tribu: Esconder la cabeza o no considerar los temas conflictivos no es el mejor modo de resolverlos. Es como dejar enemigos vivos y sueltos en la retaguardia: tarde o temprano se arman y te disparan por la espalda.

Y entonces, alguno me preguntará ¿qué alternativas ofreces? Parecerá simplista pero la evangelización sigue siendo la respuesta. El cristiano tiene el mandato de ir y bautizar. En la medida en que viva la caridad de Cristo su testimonio y su mensaje se hará creíble. Por tanto, no es un esperanto de religiones lo que salvará al mundo de sus problemas éticos, sino los santos, la santidad vivida y realizada en cada cristiano. Se ha de reflexionar y dar razón de la propia fe a quienes busquen luz sobre ella, se ha de mostrar el dorso de la moral cristiana para quien quiera oírla pero el deber fundamental sigue siendo vivir el evangelio sin glosa y predicarlo a los demás.