24 May 2025
 

 

 

3 Septiembre 2012.  Fuente, encuentra. Los Padres de la Iglesia son los pensadores cristianos que han contribuido de forma determinante en la construcción del edificio doctrinal del cristianismo, aceptado y ratificado por la Iglesia. Su período de acción va de los comienzos del cristianismo al Siglo  VII.

En el tiempo del esplendor romano y de la grandeza de la cultura helenística nace el cristianismo como religión. Debemos de saber que el tiempo al que nos referimos se caracterizaba por los grandes conocimientos que la humanidad había alcanzado en geometría, física, filosofía, medicina, etc. Es el tiempo en que el poder legal romano  alcanza a todo el mundo mediterráneo y la cultura griega se esparce por el mundo conocido. Es el tiempo de los césares, de la Biblioteca de Alejandría y de las escuelas filosóficas helenistas. En este ambiente de alta cultura filosófica, los primeros cristianos tuvieron que exponer sus creencias en armonía con la razón, a fin de que los hombres pudieran entender que Dios se había encarnado en Cristo para la salvación de todos.

Sabemos que la Iglesia tuvo un origen modesto: compuesta por un grupo de temerosos pescadores que recuperaron la confianza en El Maestro al verlo resucitado. En poco tiempo el Evangelio, la buena noticia, comenzó a ser predicado por el mundo romano. Pasado un tiempo, las distancias entre unos cristianos y otros comenzaron a agrandarse y las diferencias entre ellos comenzaron a acentuarse. Es entonces que  la unidad de la doctrina cristiana comienza a peligrar, ya que había múltiples interpretaciones sobre algún tema teológico.

Ante este problema, algunas autoridades de la Iglesia comenzaron a resolver los problemas teológicos dándoles una interpretación acertada, basándose en las enseñanzas de los apóstoles. Varios textos fueron escritos y enviados a los cristianos de diferentes comunidades, de parte de autoridades de otros lugares. Estos primeros autores que comenzaron a definir el cuerpo doctrinal del cristianismo y a usar herramientas filosóficas para comprenderlo mejor fueron los Padres de la Iglesia.

Atributos de los Padres

Es muy extenso el lapso en que floreció la Patrística. Comienza en el Siglo I y termina en el Siglo VII, habiendo pasado por una consolidación. En estos tiempos aparecieron diversos autores eclesiásticos, pero no todos son reconocidos como Padres. ¿Qué hace a un Padre de la Iglesia?

«Padres de la Iglesia se llaman con toda razón —escribió Juan Pablo II en la Carta Apostólica Patres Ecclesiae (27/01/1980)— a aquellos santos que con la fuerza de la fe, con la profundidad y riqueza de sus enseñanzas la engendraron y formaron en el transcurso de los primeros siglos». Desde un punto de vista histórico y académico, los Padres de la Iglesia son los pensadores cristianos que han contribuido de forma determinante en la construcción del edificio doctrinal del cristianismo, aceptado y ratificado por la Iglesia. (1 )

Desde los comienzos de la Edad Media, se tuvo un listado de características que un autor cristiano antiguo debía tener para ser considerado Padre de la Iglesia. Hoy en día la tradición marca 4 características esenciales de los Padres. Las tres primeras son ya mencionadas en el Siglo V, época de oro de la Patrística, en que algunos pensadores más antiguos ya eran considerados como Padres.

Antigüedad: entre más antiguo es un Padre, más cerca estuvo de la convivencia con los primeros cristianos y Apóstoles. La antigüedad es testimonio de la prevalencia de una creencia en el cuerpo doctrinal. Si un Padre antiguo la menciona, poco se duda de su autenticidad.

Ortodoxia universal de la doctrina: se excluye a los escritores abiertamente heréticos, cismáticos y a aquellos cuyas obras contienen graves y sistemáticos errores.

Consentimiento unánime: La aprobación por parte de la tradición del magisterio de la Iglesia. Es decir, fama reconocida por los pastores. Este reconocimiento es tácito y de acuerdo a una tradición. No hay un documento que apruebe la paternidad doctrinal, sino la aceptación de las doctrinas.

Santidad de vida: Vida de rectitud, virtud y bondad. No es necesario el título de santo pero sí la fama de santidad. Algunos escritores importantes como Orígenes o Tertuliano no tienen el título propio de Padres de la Iglesia, pues algunos aspectos de su vida son aún controversiales. Sin embargo, temáticamente se les considera dentro del grupo.

Características doctrinales comunes de los Padres de la Iglesia

Ya hemos mencionado que el cristianismo nación durante el esplendor del dominio romano y de la cultura helenística. Por tanto, tuvo que enfrentarse con profundas críticas de parte de los gobernantes y los filósofos. Es así que las leyes imperiales y la filosofía parecían opuestas al cristianismo, sin embargo, los primero Padres Apostólicos supieron acoplar cristianismo, filosofía y política de armonía. Tomando en cuenta que, la exposición de las ideas cristianas en un mundo como el que describimos llevó a la creación de la primera Literatura cristiana, incluyendo los evangelios y las cartas de los primeros obispos, señalemos brevemente las características comunes que los Padres presentan en sus obras:

Diálogo con la filosofía para entender mejor los contenidos de la fe

Aprecio de la razón para enriquecer y hacer una discurso teológico correcto.

Explicitación del mensaje de Cristo en el Evangelio:Con el manejo de las autoridades apostólicas y la correspondencia del Nuevo Testamento  con con el antiguo.

El mantenimiento de la pureza doctrinal del cristianismo frente a las nuevas herejías e interpretaciones incorrectas de los temas centrales del cristianismo.

El uso de la lengua local para difundir o defender las ideas centrales del cristianismo, en estilo elegante y conciso.

Padres de Oriente y Padres de Occidente

El cristianismo se originó en Judea, y sus primeros seguidores difundieron sus ideas en lengua aramea. Sin embargo, los cristianos que entraron en contacto con el mundo mediterráneo oriental, rápidamente cambiaron al griego como lengua de difusión. Este cambio tuvo c0nsecuencias fructíferas, pues el griego era una de las lenguas comunes de entonces. Así el cristianismo tuvo una difusión sin obstáculos. Eventualmente, los cristianos que llegaron a Roma o a las regiones de fuerte influencia latina, comenzaron a usar el latín para difundir el cristianismo.

Esta división lingüística da, a grandes rasgos, la clasificación geográfica de los padres en griegos y latinos. Ambas vertientes se abocaron a resolver semejantes problemas teológicos que eran propuestos por grupos sectarios. Así, San Atanasio de Alejandría discutió con los arrianos, San Ireneo de Lyon con los gnósticos, San Agustín de Hipona con los maniqueos y Boecio con los nestorianos. De este modo, la doctrina católica se mantuvo recta en todos los ángulos geográficos del cristianismo.

¿Por qué es importante estudiar a los Padres Hoy?

En pleno Siglo XXI, ¿por qué debemos leer a autores de hace 1400 años? Simplemente por la perennidad y valor de sus enseñanzas. Los Padres son clásicos: hombres universales que tratan de los problemas fundamentales del ser humano. Los Padres fueron, a la vez, hijos de su tiempo e hijos de Dios por medio de Cristo. Desde su cultura clásica supieron buscar el entendimiento de la fe  con la plenificación de las facultades  humanas, sobre todo, de la intelectual.

Fe y razón: el entendimiento razonable de las enseñanzas.

Uno de los problemas resueltos por los Padres es la aparente oposición entre la fe y la razón. Si ya se tiene la fe y se conocen las realidades últimas  ¿qué finalidad tiene la razón en el pensar humano? Y si ya se tiene la razón como acercamiento natural a la realidad eterna, ¿de qué sirve la fe en la aceptación de un Dios extraño? La mayoría de los Padres se compenetraron de la filosofía clásica sin renunciar a la sabiduría de Dios presentada en Cristo. La visión de Cristo como Razón del Padre les permitió entender desde una limitada razón humana las enseñanzas reveladas. Supieron buscar el entendimiento de la fe  con la plenificación de las facultades  humanas, sobre todo, de la intelectual. Por tanto, pudieron hablar racionalmente de temas religiosos; respetando los conocimientos revelados, pero entendiéndolos óptimamente en los límites de la razón humana.

Muchos Padres de la Iglesia hicieron una inculturación de las enseñanzas reveladas, vertiéndolas en un lenguaje que fuera inteligible para los neófitos y que no alterara el contenido doctrinal de aquellas enseñanzas. A decir de la mayoría de los Padres, la fe busca el entendimiento. Es decir, quien no trata de entender lo que cree, no cree bien del todo y no ha plenificado sus facultades intelectuales. Por tanto, hay que tratar de explicitar las doctrinas de Cristo, a fin de entenderlas y hacerlas vida de plenitud.

Problemas fundamentales planteados y abiertos a solución.

Debido a su formación clásica, los Padres aprendieron a discutir sobre temas de importancia radical para el ser humano: la existencia de Dios, la inmortalidad del alma, la libertad del hombre, la felicidad eterna. Planteándose en la autoridad de Cristo y valiéndose de la filosofía, dieron valiosas interpretaciones sobre el mundo, el hombre y la naturaleza de Cristo. Por ejemplo, presentaron al hombre como un ser compuesto, integrado por cuerpo, alma y espíritu. Sin estos tres componentes, el hombre no existe en plenitud. Por tanto, la mayoría de ellos creyó que, para plenificar al hombre, hay que buscar la plenitud integral, tomando en cuenta cada uno de los componentes.

Marco Histórico de los Padres de la Iglesia del Siglo IV y V

7 septiembre 2012

Sección: Padres de la Iglesia

                El fin de la época de los Padres apologistas comienza con un período de florecimiento que se inicia con el concilio de Nicea en el año 325, y concluye con el concilio de Calcedonia en el año 451. Es la época de un gigantesco esfuerzo por la completa evangelización del mundo antiguo, a la cual se le llama edad de oro de los Padres.

                A comienzos del siglo IV, nuevos panoramas se abren a la vida de la Iglesia. Después de casi tres siglos de persecuciones comienza un largo período de paz que facilitó extraordinariamente la expansión y el desarrollo del cristianismo. La fecha clave de este cambio se sitúa en el año 313, cuando el emperador Constantino, agradecido al Dios de los cristianos por la victoria militar que le aseguró el dominio del Imperio romano, promulgó el edicto de Milán, con el que quedaron revocadas las leyes contrarias a la Iglesia. A partir de entonces, el cristianismo quedaba reconocido como religión y se le permitía a sus adeptos trabajar en las estructuras del estado. Más tarde, el emperador Teodosio, en el año 380, prohibió el culto pagano, y el cristianismo fue declarado como religión oficial del imperio Romano.

                Con la llegada de la paz religiosa, los cristianos pudieron edificar sus propias iglesias. Fueron levantadas las grandes basílicas en Roma, como las de San Juan de Letrán, San Pedro y San Pablo; y en Palestina, la basílica de la Natividad en Belén, y las del Santo Sepulcro y Monte de los Olivos, en Jerusalén. Al mismo tiempo, se emprendió la evangelización progresiva de la gente del campo. En esta obra de evangelización se destacaron los monjes, como San Antonio Abad y San Benito.

                También fuera de los territorios sometidos al Imperio Romano se propagó con fuerza el cristianismo, pero luego se frenó por la proliferación de herejías en torno a los dos grandes misterios centrales de la fe: El de la Santísima Trinidad y el de la Encarnación.

                El misterio de la Santísima Trinidad se discute en el siglo IV y comienzos del siglo siguiente contra el arrianismo, el cual negaba la igualdad substancial entre el Padre y el hijo, poniendo a Jesucristo inferior al Padre. Esta herejía fue combatida en el Concilio de Nicea y en el de Constantinopla I en los años 325 y 381.

                El misterio de la Encarnación, se discute en el siglo V contra el nestorianismo y el monofisismo. El nestorianismo hacía de Jesucristo un hombre perfectísimo, habitado por la divinidad, pero solo hombre. Esta herejía fue condenada en el Concilio de Éfeso, en el año 431, en donde se declara la divinidad de Jesús y la Maternidad divina de María.

                El monofisismo afirmaba que tras la unión del Verbo con la carne, la naturaleza humana de Cristo había sido “absorbida” por el Verbo, o al menos disminuida, lo cual es condenado en el Concilio de Calcedonia, en el año 451, en donde se declara el dogma de la unión hipostática de las dos naturalezas de Cristo: Humana y Divina, en la segunda persona de la Santísima Trinidad.

                Casi todas las grandes controversias teológicas se originaron en el Oriente cristiano, y allí en efecto se resumieron por los cuatro primeros Concilios ecuménicos. La única discusión teológica desarrollada en Occidente fue promovida por Pelagio, que negaba la existencia del pecado original, y afirmaba que la gracia no era necesaria para hacer el bien; esta herejía fue rebatida por San Agustín, la cual se condenó por un Concilio provincial.

                Gracias al influjo del Espíritu Santo sobre los Santos Padres de manera que pudieran cumplir con la misión de defender y exponer la genuina fe de la Iglesia, recibida de generación en generación desde los tiempos apostólicos; y a los Concilios ecuménicos en los que los obispos se reunieron para dilucidar tan graves cuestiones teológicas, la fe de la Iglesia salió indemne y fortalecida, e hicieron que fuera más consciente y vivida en la práctica.

                Son muchos los Padres de la Iglesia en este período, pero los más importantes son aquellos a los que se les atribuye el titulo de “Doctor eclesiástico” tanto en los Padres Orientales o Griegos, como en los Padres Occidentales o Latinos.

25 Agosto 2012  Los 33 días de Juan Pablo I -  fueron suficientes para crear un cambio de clima impredecible.

El autor de la primera gran obra crítica sobre Albino Luciani está seguro «al ciento por ciento» de que murió por causas naturales.  Fuente:  Renzo Allegri/Zenit/religión en libertad.

Albino Luciani (1912-1978) pertenecía a una familia pobre de Canale d’Agordo, en la provincia de Belluno, al pie de la cadena montañosa de los Dolomitas en Italia. Desde que era un niño, e incluso como sacerdote y como obispo, siempre fue una persona tímida y reservada. Nadie podría haber imaginado que a los 66 años se convertiría en Papa. Un Papa que tuvo un destino desconcertante: permanecer en el trono de San Pedro sólo por 33 días (del 26 de agosto al 28 de septiembre de 1978), al morir de improviso.

A Marco Roncalli, autor de la primera biografía completa y crítica del “Papa de la sonrisa”, que será publicada con motivo del primer centenario de su nacimiento (17 de octubre), le pedimos que nos hablara sobre el Papa Luciani y, especialmente, que nos compartiese sobre las cosas nuevas e inéditas que encontró en estos cinco años de investigación.

"Cuando empecé a trabajar en este proyecto", dice Roncalli, "me encontré frente a un evento único: un Papa que reinó solo 33 días, un tiempo muy corto para haber sido capaz de hacer cosas importantes, pero que había dejado en los creyentes una fascinación extraordinaria. Su actividad como pontífice no justificaba aquel encanto, por lo tanto, era necesario buscar la causa en otro lugar: en la vida de Albino Luciani antes de la elección como pontífice…"

¿Qué se sabe de Albino Luciani como niño?

Desde niño tuvo que enfrentarse a situaciones difíciles de la vida, que dejaron profundas cicatrices en el alma. Se crió prácticamente sin un padre. Ya en 1913, cuando Albino tenía un año de edad, su padre estaba en Argentina. Volvió por la guerra de 1915-1918, y luego se marchó. Fue su madre la que hizo crecer y educó al niño, transmitiéndole los valores cristianos. "Mi madre fue mi primera maestra de catecismo", recordaba Luciani. Los años de la guerra fueron particularmente difíciles en esa zona del Véneto. Su hermano Eduardo, recuerda: "Había sólo hierba y las raíces de las plantas para hervir... De vez en cuando un pedazo de pan hecho de salvado y del aserrín de los árboles".

¿Qué tipo de escuela había seguido?

La elemental de su país natal, y luego entró en el seminario. Le encantaba leer y el párroco y los demás sacerdotes le ayudaban prestándole libros. Se conserva una oración que escribió en el cuarto grado, y es relevante porque revela su estilo claro y concreto, que lo caracterizará después como adulto: "Señor, tú que lo sabes todo y que todo los puedes, ayúdame a vivir. Yo soy aún un niño, no tengo estudios, soy pobre, pero quiero conocerte. Ahora no sé verdaderamente quién eres y no sé si te quiero, me gusta el Padre Nuestro, me gusta mucho el Ave María, oro por los difuntos y por mis seres queridos. Ayúdame a entender. Soy tu Albino. Amén".

¿Cuándo decidió ser sacerdote?

A los 11 años entró en el seminario de Feltre. Como obispo escribirá: "Cuando nos llamamos entre nosotros, los hombres, la llamada es muy clara... Cuando Dios llama, es diferente; no hay nada escrito, ni fuerte ni evidente: una voz baja, un susurro, un pianissimo que toca el alma".

En la práctica, vivió siempre lejos del mundo real.

Pero siempre atento a lo que sucedía en el mundo real. Albino Luciani era una esponja. Escuchaba, pensaba, elaboraba. Y sobre todo leía. No solo libros de carácter religioso, sino sobre todo libros de literatura, que no siempre estaban disponibles en el seminario y que tampoco eran bien vistos. A través de los años, especialmente en la escuela secundaria, leyó libros de Molière, Verne, Twain, Dickens, Dovstoievski, Tolstoi, Camus, Péguy, Pascal, Erasmo, Chesterton, Goethe, Petrarca, Papini, Freud, Darwin, Nietzsche, Marx, Lenin, y así sucesivamente.

¿Y después del seminario?

Fue ordenado sacerdote a los 23 años. Durante dos años trabajó como asistente del párroco en la parroquia, desarrollando "aquel apostolado sencillo entre la gente que me gustaba mucho". Y luego volvió otra vez al seminario, como profesor y como vicerrector. Diez años más de seminario, desde 1937 hasta 1947. Fueron los años de la Segunda Guerra Mundial. Años difíciles, dramáticos, especialmente para Italia. Consiguió, en aquellos años, obtener un título summa cum laude, en teología en la Universidad Gregoriana de Roma. Pero sobre todo, estudiaba los acontecimientos que sucedían en el mundo, la vida de los hombres que estaban fuera del seminario, para los que estaba preparando a los guías espirituales del futuro.

Y después obispo...

La estima de sus superiores era grande y fue nombrado provicario de la diócesis, después vicario general y, en el 1958, obispo de Vittorio Veneto. Tomó como lema de su escudo episcopal la palabra Humilitas, explicando: "Yo soy el simple y pobre polvo; sobre este polvo el Señor ha escrito la dignidad episcopal de la ilustre diócesis de Vittorio Veneto". Nunca tuvo una gran consideración por sí mismo. Escribió: "Algunos obispos se parecen a las águilas, que vuelan con documentos magisteriales a alto nivel; yo pertenezco a la categoría de esas pobres avecillas, que en la última rama del árbol eclesial, trinan."

En 1962 se inició el Concilio Vaticano II. Luciani era ya obispo, ¿cómo lo vivió?

Con gran entusiasmo. No sabemos de su intervención directa, pero siempre estuvo presente en todas las sesiones y miraba aquel evento con asombro. Se refería a él con un lenguaje deportivo, comparándolo con un "partido extraordinario" donde juegan "más de dos mil obispos" y "el árbitro es el papa". De sus escritos se lee: "El Concilio me ha obligado a volverme un estudiante de nuevo y a convertirme también mentalmente." Después del Concilio, su pastoral tuvo una oleada de iniciativas nuevas, fuertes, que muchos juzgaron, incluso, como revolucionarias.

¿Por qué?

Luciani resultó ser un verdadero pastor, que se niega a ser encasillado en los estereotipos habituales de "conservador" o "progresista". Sin embargo, era firme en cuanto a la doctrina y los principios, pero lleno de compasión por la fragilidad humana, cercano a los problemas reales de las familias. Incluso entonces estaba creciendo en nuestro país la presencia de los inmigrantes que pertenecían a distintas religiones. Y él miraba con el corazón de un padre, incluso a esas personas. Escribió así: "Algún obispo se ha asustado: hay cuatro mil musulmanes en Roma, ¿tienen el derecho a construir una mezquita? No hay nada que decir: hay que dejar que lo hagan". Comprensivo, disponible, abierto, pero también inamovible en cuanto al rigor doctrinal y la disciplina. Siempre reiteró sobre la incompatibilidad entre el cristianismo y el marxismo. Ha condenado los abusos de los que amenazaban con convertir el Concilio en un "arma para desobedecer, una excusa para legitimar todas las ‘extravagancias’ que pasan por la cabeza."

Si el papa Luciani hubiese tenido un pontificado largo, ¿qué cambios habría hecho en la Iglesia?

Durante los 33 días de su pontificado continuó actuando en la simplicidad más absoluta, como lo había hecho siempre. Cuando, inmediatamente después de la elección, los cardenales le preguntaron qué nombre quería usar como papa, escogió la de los dos papas que le precedieron, lo que indica, como consecuencia, que él quería la continuidad. A la pregunta ritual contestó que quería llamarse Giampaolo I. Pero los cardenales le indicaron que el nombre Giampaolo era demasiado "familiar" para un Papa, y por eso lo adaptó al solemne Juan Pablo I. En los diversos discursos de sus 33 días de pontificado, continuó refiriéndose a la esencia del mensaje del Evangelio, con énfasis en la pobreza y en el uso correcto de la propiedad. Él realmente había asimilado la Populorum Progressio de Pablo VI y sin duda habría ordenado un poco la cuestión de las riquezas del Vaticano, promoviendo una Iglesia más solidaria con los pobres y una mayor comunión y un mayor compartir desde el vértice.

¿Y qué más?

Fue el primer Papa que pidió hablar con la multitud en la primera aparición desde el balcón de San Pedro. Se negó a la coronación, a la tiara, como Pablo VI, y a la silla gestatoria. Para hablar con espontaneidad, dejaba a un lado los textos oficiales, causando alarma en los entornos de la Curia romana y de la diplomacia. Para dar lecciones de humanidad, en las audiencias llamaba a los niños a hablar con él como lo hacía en Vittorio Veneto y en Venecia. Esos 33 días fueron suficientes para crear un cambio de clima impredecible en la Iglesia, indicando en palabras y hechos, la belleza del cristianismo. Si hubiera tenido un largo pontificado, sin duda que hubiera dejado un signo fuerte e inconfundible.

¿Cuál es su opinión sobre todo lo dicho de la muerte del Papa Juan Pablo I?

De los documentos que he examinado, estoy seguro de que la muerte se produjo por causas naturales. Estoy seguro al ciento por ciento.